TODO ES ASUNTO DE ACTITUD

Suelo ir por las mañanas con mi esposa a un lugar para desayunar.  Lo hacemos con frecuencia. En mi país se acostumbra que, en este tipo de lugares, una persona ayuda a los conductores dirigiéndolos para estacionar su vehículo. Cuando uno se marcha, esa persona espera recibir una propina por su ayuda y por “cuidar” del vehículo mientras uno comía en el establecimiento.

Me he acostumbrado a dar propina a cada persona que me presta un servicio.  Anteriormente, había un hombre que ayudaba malamente en esto del estacionamiento. Aún así, yo siempre le daba su propina. En una ocasión, aunque nos vio en dificultades con nuestro vehículo, no mostró ninguna amabilidad para prestarnos ayuda.  Eso me molestó y prometí nunca más recompensarlo solo porque sí.

Así fue, y cada vez que llegábamos, aquel hombre se acercaba a nuestro carro cada vez que nos miraba subir a él para partir, claro está, esperando recibir una propina.  Sin embargo, yo disimulaba y simplemente me retiraba. Así fue en lo adelante. Algún tiempo después, él ya no estaba en ese trabajo, se había ido.

Francamente, aquel hombre hacía el menor esfuerzo posible, aunque siempre esperaba recibir la mejor propina que pudieran darle. Esa falta de actitud, de proactividad, simplemente me chocó.

Casi enseguida llegó otro hombre, con la misma apariencia, más o menos de la misma edad, a ocupar el puesto del haragán aquel. La primera vez que nos vio llegar, se acercó de prisa, y me indicó cómo y dónde estacionarme. Al salir del auto, nos saludó y nos informó que él estaría atento a nuestro vehículo. Sinceramente, yo estaba un poco desconfiado, imaginé que podía ser otro bueno para nada que, al igual que el anterior, quería ganar dinero con el menor esfuerzo posible. Pero me equivoqué. Al subir al auto para marcharnos, también estuvo atento para ayudarnos a salir del estacionamiento aquel.

En una ocasión, aparte de cuidar de nuestro auto, hizo una limpieza de una suciedad de pájaro que tenía el parabrisas sin que yo se lo pidiera. Vio una necesidad y procuró suplirla. Las atenciones de aquel hombre me agradaron tanto, que. Incluso, estacionándome fuera del local, siempre lo busco para darle una propina, aunque no haya cuidado mi carro.

Hoy por la mañana intercambié unas cuantas palabras con él. Le pedí que me cambiara un billete para darle su propina, y sacó un fajo de billetes que había logrado hasta ese momento. Era temprano.  ¡Caray, te está yendo bien! – le dije. A lo que contestó: y los domingos me va mejor, es el día que hago más. Calculé que aquel hombre podía lograr al menos el salario mínimo de mi país, por un trabajo de medio tiempo, y todo se debía a su buena actitud para ganarse el corazón de los clientes.

Una vez en camino, le dije a mi esposa:  ese hombre lo está haciendo bien, tiene buena actitud, totalmente distinto al primero.  Me agrada.

Es así, solo una buena actitud puede llevarnos a la cima de la vida.  Muchas personas han caminado por el mismo sendero, algunas llegan al final, la mayoría se rinde en el trayecto. ¿Por qué, si se trata de la misma ruta, con la misma distancia e iguales obstáculos? ¡Todo depende de la actitud!

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