¡CÓMO SER VERDADERAMENTE FELIZ!
Mateo
5:1-11
E
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l primer púlpito de Jesús fue una pequeña montaña a orillas del mar de
Galilea. Según Mateo 4:25, miles de personas iban tras él, porque necesitaban
escuchar palabras de aliento. Sin embargo, lo que estaban a punto de oír era
una propuesta de vida desafiante, completamente distinta. Jamás escucharían
algo parecido.
El Gran Maestro de la vida
Cierto día, al ver que las
multitudes se reunían, Jesús subió a la ladera de la montaña y se
sentó.
Sus discípulos se juntaron a su
alrededor, y él comenzó a
enseñarles. Mt.5:1,2, NTV.
En los tiempos del Nuevo Testamento,
los maestros se sentaban para enseñar, mientras sus discípulos se sentaban a
sus pies para ser instruidos. A Jesús no se le conoce en las Escrituras como un
predicador. Él es conocido como el Maestro, (Raboni). No obstante, no era un
maestro como los demás, sus enseñanzas eran novedosas, tanto así, que un grupo
de sus enemigos dijo: —¡Nunca ha hablado nadie como lo hace ese hombre! Jn.7:46,
TLA.
A la gente le impactaba la fuerza de
su enseñanza, su autoridad, pero sobre todo lo novedoso de su mensaje, el cual
invitaba a un cambio radical desde lo más profundo del ser humano. Cristo
enseña una renovación, pero no superficial. Él reclama una conversión de
pensamientos y actitudes, algo que la gente jamás había escuchado. Los rabinos
exigían que la gente cumpliera con rituales y guardara la ley, nada más. A
Jesús le interesa algo más: Él quiere conversión total.
Las nueve leyes para la felicidad
Las Bienaventuranzas son nueve
paradojas con un significado que solo el Espíritu de Dios nos puede ayudar a
comprender. Tratar de interpretarlas exegéticamente o de manera intelectual,
sería degradarlas al simple pensamiento humano. Debido a que no podemos
comprender cómo es posible que una persona pueda ser feliz cuando llora, o
sufre persecución, esto quiere decir que el significado de estas enseñanzas
está en el campo espiritual y no en el racional.
“Bienaventurado” proviene de una
palabra muy curiosa, “makarios” que quiere decir “muy afortunado en razón de
algo”. Esta felicidad no es algo que proviene de motivos externos, sino del
orden interior que las personas gozan mientras siguen los mandamientos
de Jesús. No se trata de “una felicidad” motivada por circunstancias o
pertenencias, se trata de un estado que brota desde lo más profundo del
corazón.
Son paradojas porque esta felicidad
suprema depende de lo que “humanamente” podríamos llamar calamidades, como
“llorar”, “condescendencia o mansedumbre”, “ser víctimas de injusticia”, o
“sufrir persecución por la causa de Cristo”. Estas Bienaventuranzas equivalen
al programa de vida de un cristiano que vive una vida superior a la del común
de las personas.
En estas nueve leyes para la
felicidad total, se destaca una idea que amarra todo el pensamiento: quienes
vivan según las normas que Cristo enseña, recibirán en el futuro celestial, una
inmensa gratificación de parte de Dios. Expresiones como “recibirán
consolación”, “recibirán la tierra”, “serán saciados”, “serán llamados hijos de
Dios”, etc., indican que los “Bienaventurados” serán objeto de todos estos
beneficios por parte de Dios. Lo cual quiere decir que vale la pena esta forma
de vida superior que Cristo nos predica al inicio del Sermón del Monte.
“Bienaventurado” es una palaba que
acompaña a una breve sentencia, en este caso, cada una de las expresiones que
aparecen enseguida de ella: Bienaventurados los que lloran… así que
esta condición está sujeta a conducta o circunstancia. No se logra la máxima
felicidad solo por desearla, hay que dar pasos concretos que nos ayudarán a
obtenerla.
Caminos equivocados
Todos
queremos ser felices, y hay quienes creen que pueden encontrar la felicidad en
el dinero, la fama, la diversión o el éxito. Otros más consideran una corriente
de pensamientos o un sistema político como la solución a todos sus problemas y
la opción para una vida mejor. Pero ningún sistema humano podrá suplir jamás lo
que el Señor nos ofrece. El Señor no fue un filósofo, ni un populista, ni
teórico. No tenía interés en quedar bien con las personas. Vino a trazar el
camino correcto que conduce a Dios, aunque este sea incomprensible y lleno de
obstáculos. Jesús nunca hubiera podido ser un buen candidato para ninguna
presidencia, simplemente porque nunca actúo con demagogia. Para él la fórmula
de la felicidad tiene que ver con un sistema de vida más elevado que el común,
en el cual, las personas tienen una renovación interior real y espiritual. Solo
Jesús puede garantizar lo que la humanidad ha estado buscando durante toda su
existencia: la verdadera felicidad por medio de estándares de vida sublimes.
REFLEXIÓN:
No queramos interpretar
con la mente lo que solo el espíritu entiende, y tampoco busquemos en los caminos
equivocados lo que ya Jesús nos está ofreciendo: la verdadera felicidad. ¿Acaso
moriríamos de sed estando a la orilla de un lago? ¿Por qué morir de hambre si
podemos saciarnos con el pan que Jesús nos ofrece? Bienaventurados todos
aquellos que se atreven a vivir esa vida extraordinaria a la que el Señor nos
invita.
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