SEPARADOS DE MÍ, NO PUEDEN HACER NADA
I
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nmediatamente después del perdón de los pecados, el nuevo creyente debe
entrar a un estado de dependencia de la voluntad de Dios. Las personas que
después de su bautismo no comprendieron esta disposición, lamentablemente
sufren las consecuencias de su desobediencia y de una vida independiente de
Dios.
Los cristianos dependen de Dios
Desde el inicio de
la creación el Señor ha querido mantener una relación muy íntima con el hombre.
En las promesas que hizo constantemente a Israel dijo que jamás les faltaría
nada si lo obedecían siempre, Dt.28:1-14. Así ha sido el ideal del Señor en
cuanto a su relación con la humanidad: él quiere favorecernos.
Jesús utilizó una
ilustración muy sencilla para darnos a entender nuestra total dependencia de
él: Yo soy la vid, y ustedes son las ramas, Jn.15:1,2. Mientras la rama esté
pegada al tronco, tendrá vida, porque la rama depende del tronco para vivir. La
savia del árbol alimenta las ramas y les permite dar frutos. Si una rama es
cortada, si es separada de la fuente de su vida, rápidamente se secará.
No hay lugar para el pecado en esta dependencia
El pecado de Adán y
Eva fue que desobedecieron la orden de Dios y siguieron su propio criterio de
vida. De esta forma se independizaron de Dios. El pecado es seguir nuestros
propios criterios ajenos a la voluntad del Señor. Cuando pecamos, hacemos un
corte entre nosotros y Dios.
La parábola del
hijo pródigo nos ilustra cómo la independencia de Dios nos vuelve miserables y
fracasados. Lucas 15 narra la historia
de un muchacho que quiso vivir fuera del hogar, lejos del alcance de su padre.
El muchacho quería salir del círculo de influencia del padre, así que abandonó
la casa para vivir según sus ideas. Cuando lo hizo, fracasó aparatosamente,
porque no tenía la formación para administrarse a sí mismo correctamente. Era
el seno del hogar lo que le proveía seguridad y bienestar, y la independencia
lo que lo hacía fracasar.
La dependencia es una forma de rendición
Una razón por la
que nos negamos a depender de Dios es porque no queremos abandonar lo que
somos, nuestros criterios y decisiones. Nos negamos a rendirnos. Mientras no
nos rindamos por completo en todas las áreas de nuestra vida, tiempo,
sentimientos, forma de hablar, de pensar, etc., estaremos en rebeldía contra
Dios. ¿Acaso puede la rama del árbol crecer y dar frutos por sí misma? Está
completamente sometida al tronco, su vida depende de esa relación. La
dependencia de Dios, entonces, implica una completa dependencia de nuestra
parte a su soberanía y gobierno.
La rendición a Dios
implica humildad, pues depender es una
actitud de un corazón humilde. Proverbios 22:4.
¿Por qué depender de Dios?
La primera oración
del Salmo 23 nos indica por qué: “Jehová es mi pastor, nada me faltará.” Si
tenemos bien entendido quién es Dios y la grandeza de su ser, seguramente
esperaremos en él sin ningún tipo de temor.
“Jehová” es una
palabra que esencialmente significa “el eterno”. Esto indica su grandeza y que
existe por sí mismo. Él no depende de
nadie, es todo poderoso, su gloria es inmortal. Ese Dios infinito es nuestro
“pastor”, es decir, quien está a cargo de nosotros. El pastor sabe qué necesita
la oveja, también sabe por dónde llevarla, el lugar donde hay hierva y
suficiente agua. Pero este pastor es especial, porque es nuestro Dios todo
poderoso.
La frase cierra
diciendo: “Nada me faltará”. Si dependemos de él en todo, no existe ninguna
necesidad que no sea cubierta por él. Si comprendemos esto, un sentimiento de
seguridad llenará nuestro corazón, porque cuando uno depende de alguien no se
preocupa por nada. El recién nacido no se preocupa por su alimento, es la madre
la que se preocupa por eso. El niño depende de la madre y no siente ninguna
preocupación.
Cómo depender de Dios
1. Quien depende de Dios lo busca constantemente: “Señor, los
que te conocen, confían en ti, pues nunca abandonas a quienes te buscan”. Salmo
9:10
2. Quien depende de Dios busca su consejo siempre por medio
de su Palabra: 2Ti.3:16,17 “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil
para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin
de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
3. Quien depende de Dios es obediente: Gn.22:11,12 “Entonces
el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él
respondió: Heme aquí. Y dijo: No
extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco
que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”.
extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco
que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”.
REFLEXIÓN:
Si hemos estado
viviendo independientes de Dios, hemos quebrantado el principio de la
dependencia, y por supuesto, nada puede salirnos bien si no tenemos esa
relación vital con el Señor. Pero una persona que depende de él, no tiene de
qué preocuparse, porque Dios se preocupa por él.
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