¿AYUDARÍA USTED A JESÚS?

Lic. Bruno Valle G.

Cualquiera podría pensar que Jesús, por ser Dios, no necesitó de recursos económicos para su obra. Él podía hacer milagros como alimentar a miles de personas y resucitar muertos. Aun así, su obra necesitaba de la contribución humana para continuar sin inconvenientes.

La Biblia dice claramente que Jesús y sus discípulos estaban organizados como un grupo de evangelización, e incluso, entre ellos, hubo un tesorero que recibía las contribuciones de personas que sostenían el ministerio del Señor:

“Los días siguientes, Jesús fue por muchos pueblos y ciudades anunciando las buenas noticias del reino de Dios. Con Jesús andaban también sus doce discípulos y muchas mujeres. Estas mujeres ayudaban con dinero a Jesús y a sus discípulos. A algunas de ellas, Jesús las había sanado de diferentes enfermedades y de los espíritus malos.” Lucas 8:1,2.

Sí, los recursos económicos son necesarios para la obra de Dios. ¡Hasta el Señor los necesitó! Jesús no se valió de su poder para suplir sus necesidades y las de sus discípulos. Por lo tanto, contribuir con la obra del Señor es necesario y muy importante.

Lamentablemente, muchos cristianos han cerrado su corazón a la predicación del evangelio, porque tocar el bolsillo del ser humano es muy delicado. Es así que las obras misioneras y espirituales carecen de recursos suficientes, por eso muchas organizaciones que predican al Señor tienen que depender más de la fe que del apoyo de sus miembros. En ese sentido estamos mal. Tanto así, que el mismo Jesús se vio en aprietos para cubrir algunos gastos. En una ocasión, cuando se le demandaba pagar impuestos, ni él ni Pedro tenían el dinero a mano, por eso fue que Jesús dijo a Pedro “ve al mar y echa tu anzuelo. Ábrele la boca al primer pez que saques, y allí encontrarás una moneda. Toma ese dinero, y paga mi impuesto y el tuyo.” Mateo 17:27.

¿Quiénes están realmente dispuestos a dar?

1.       Las personas agradecidas. El texto que citamos de Lucas, dice que muchas de las mujeres que contribuían con el Señor para la evangelización habían sido curadas por él. Por lo tanto, sus contribuciones eran un acto de agradecimiento por la bondad de Jesús hacia ellas. ¿Cree usted que el Señor ha hecho algo importante por usted como para contribuir con su causa? ¿Ha demostrado agradecimiento tangible a Jesús mediante los recursos que usted obtiene?

2.       Las personas convertidas. Cuando el apóstol Pablo escribió a los hermanos en Corinto, mencionó el ejemplo de los creyentes de Macedonia, quienes, a pesar de ser muy pobres, ayudaron a los hermanos de Jerusalén que estaban pasando serias dificultades: “No lo hicieron por obligación, sino porque quisieron hacerlo, y hasta nos rogaron mucho que los dejáramos colaborar en esta ayuda al pueblo de Dios. Hicieron más de lo que esperábamos. Primero se entregaron a sí mismos al Señor, y después a nosotros. De este modo, hicieron lo que Dios esperaba de ellos.” 2Corintios 8:3-5. Al parecer, Pablo vio que esos hermanos eran tan pobres, que no quería recibir ninguna contribución de ellos, “pero ellos le rogaron” que los dejara ofrendar. Tuvieron esta actitud porque “primero se habían entregado ellos mismos al Señor”. Querido, ¿puede haber algo más importante que tu persona o corazón? ¡No! Los macedonios dieron lo más importante, su corazón, es decir, se habían convertido, por lo tanto, no les era difícil compartir lo que tenían, lo cual era menos valioso que ellos. Solo alguien que ha dado lo más importante, su corazón, puede dar para la obra del Señor, lo más insignificante: sus bienes.

¿Ha pensado en lo siguiente?: por su contribución, una persona podría ir al cielo por el resto de la eternidad, así que un aporte, una ofrenda o donativo, puede ayudar a que muchas personas escuchen el mensaje de Jesucristo y lo obedezcan. ¿Cuántas personas podrán escapar del infierno por su contribución? Incluso, algunas de esas personas podrían ser sus seres queridos.

REFLEXIÓN:

Cuando damos para la causa de Cristo, superamos una gran debilidad del cristianismo contemporáneo, que tiene cerrado el corazón económicamente para su Señor. Además, nos convertimos en los principales beneficiarios cuando contribuimos a la predicación del Evangelio, pues Jesús enseñó: “Den, y recibirán. Lo que den a otros les será devuelto por completo: apretado, sacudido para que haya lugar para más, desbordante y derramado sobre el regazo. La cantidad que den determinará la cantidad que recibirán a cambio.” Lucas 6:38.


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