MALAS PALABRAS, ¿QUÉ HAY DE MALO EN ELLAS?

Lic. Bruno Valle G.
Nicaragua tiene su propio diccionario, preparado por el Profesor Francisco Arellano Oviedo, secretario de la Real Academia Española Nicaragüense. En él se registra toda la lexicología propia de nuestro país (todas las palabras usadas en nuestro territorio nacional). Cuando uno revisa el DEN (Diccionario del Español de Nicaragua) se da cuenta que en su haber, el nica tiene muchas malas palabras. Este libro hasta parece un diccionario de malas palabras.

¿Qué hace que algunas palabras sean malas?

Las intenciones. Cuando hablamos desacertadamente, las intenciones cuentan de una manera contundente. Alguien puede pronunciar palabrotas a fin de herir u ofender a otra persona. Ese es el fin con el que habla soezmente. Estas intenciones no aparecen por sí solas, son producidas por emociones negativas, como aversión, ira o miedo. Una persona que dice malas palabras suele estar sujeta, ocasional o regularmente, a emociones negativas, por lo que podría tener la intención, consciente o inconsciente, de causar daño moral a quien lo escucha. Por supuesto, hay quienes dicen malas palabras por estar habituados a ello, sin tener, necesariamente, la intención de ofender o menospreciar a nadie. Sin embargo, aún en estos casos, el individuo muestra su sujeción a emociones negativas. Seguramente, no tiene malas intenciones, pero su vocabulario denota que algo no está bien en él, por algo que le pasó o que le ocurre.

La persona malhablada

Una persona malhablada es quien constantemente se expresa de manera vulgar o soez. El hábito de repetir palabras ofensivas no es sino la manifestación psicológica y lingüística de un sistema emocional afectado.

En algunos casos, el malhablado se hace proclive a la violencia. Esto no es casual, hay un vínculo natural entre la violencia y el mal hablar. Las personas violentas suelen ser malhabladas. Y aunque ser malhablados no nos convierte, necesariamente en personas violentas, sí nos predispone a ser mucho más agresivos.

Hay personar que quieren enfatizar algunas ideas, y creen que pronunciándolas con malas palabras dan fuerza a lo que dicen. Cuando una persona se explica con palabrotas, demuestra que carece de vocabulario suficiente para darse a entender con claridad. Bueno, hay miles de formas para decir las cosas, pero las palabras altisonantes es la peor forma de hacerlo.

Rompa  con el mal hablar

Se requiere de mucha fortaleza moral y consciencia para romper con el mal hablar. Quiero mencionarle algunas estrategias sencillas:

v  Controle su temperamento. Recuerde que las malas palabras son usadas cuando uno está molesto o en una situación de nervios.
v  Realice actividades que le ayuden a descargarse emocionalmente. Orar puede ser de mucha utilidad.
v  Analice las razones por las que no es bueno para usted decir malas palabras. Da una impresión negativa y a veces desagradable a quienes le rodean. Su vocabulario se empobrece cada vez más. Puede ofender o herir a las personas que quiere.
v  Reemplace las palabras soeces por otras que expresen con fuerza sus ideas sin necesidad de caer en lo banal.
v  Invente eufemismos, palabras corteses para expresarse.
v  Enseñe con el ejemplo. Si convive con niños y su intención es inculcarles que no deben decir malas palabras, entonces debe controlarse y no decirlas frente a ellos. El ejemplo es más práctico que un sermón y tiene mejor efecto a largo plazo.

REFLEXIONE
Jesús afirmó: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Esto indica que una persona habla según los pensamientos que dominan su vida. Para cambiar las palabras inapropiadas, hemos de cambiar primero los pensamientos que nos llevan a hablar como lo hacemos. Por ello, debemos leer, escuchar y ver aquellas cosas que alimentan nuestro espíritu, no aquello que lo rebaja.


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