EL NIÑO QUE CONQUISTÓ EL VIENTO

Lic. Bruno Valle G.

Nació en una pequeña y marginada aldea de Malawi, al sudoeste de África. De una familia empobrecida al

A la edad de catorce años, Kamkwamba tuvo que abandonar la escuela, pues sus padres no podían pagar el costo de sus estudios. El niño combinaba los estudios con el trabajo en el campo: debía ayudar a sus padres para obtener el sustento diario. 
extremo, William Kamkwamba se convirtió en “el niño que conquistó el viento”.

Sin embargo, nada puede vencer la voluntad firme de un ser humano dispuesto a triunfar. El pequeño decidió continuar educándose aunque fuera de manera autodidacta, así que acudió a la biblioteca del colegio y pidió prestados algunos libros para continuar su educación, esta vez, de manera personal. 

Un día, encontró por casualidad un libro llamado "Usando la energía", que describía cómo se podía obtener electricidad a partir del viento, usando molinos de viento. Para el pequeño que creció en un lugar donde solo el 2% de la población tiene energía, aquello era una gran revelación, y desde ese momento, un pensamiento dominó su mente: construir un molino de viento para que su pueblo tuviera la energía suficiente para extraer agua de los pozos y mejorar las cosechas. 

William no tenía dinero para llevar a cabo su proyecto, pero lo haría, así que buscó en vertederos todo tipo

Finalmente el día llegó, cuando el “armatoste” fue terminado. Con un par de cables que bajaban del generador y una bombilla en su mano, también con la mirada burlona de quienes decían que no lo lograría, conectó los cables, y la luz se encendió. Las risas cesaron. Luego fueron cuatro bombillas, y con los días, Kamkwamba tenía filas de personas fuera de su casa que deseaban cargar sus celulares en el “invento del niño que conquistó el viento”. 
de materiales que le ayudaran a lograr su visión. Consiguió tubos, un ventilador de un viejo tractor, y el incompleto marco de una bicicleta. Cuando contaba con algunos materiales, comenzó la construcción, pero ni siquiera su madre creía en él, y sus vecinos y amigos se reían en su cara. Sin embargo, esto no detuvo al pequeño, estaba convencido que era posible obtener energía eólica.

Cuando un reportero observó la torre, preguntó qué era, los vecinos le contaron la historia. El periodista escribió un reportaje que hizo circular el nombre de William por muchos lugares, hasta volverlo famoso. Esto permitió obtener fondos suficientes para construir más molinos de viento para la aldea del pequeño, y darle la oportunidad de estudiar.

En Tanzania conoció a Tom Rielly, director de un instituto de tecnología sostenible. Rielly lo llevó en una gira por Estados Unidos, donde conoció a muchos inversionistas, quienes posteriormente contribuyeron a sus planes de electrificar, regar, y educar a su pueblo, así como a pagar su matrícula en la prestigiosa Academia
de Liderazgo Sostenible de África, en Johannesburgo, donde ahora, con 21 años, se sigue formando.
Kamkwamba no conocía una cama suave, una laptop, comer cada vez que quisiera. Ahora disfruta de todas esas cosas y sus sueños de estudio y el progreso de su aldea se han cumplido, pero no por casualidad, sino por la determinación de un pequeño de catorce años, que sin ningún recurso, decidió que podía lograr su objetivo. 


Estoy convencido que usted está en mejores condiciones que aquel niño de catorce años que pudo lograr sus sueños, ¿Por qué no se decide a alcanzar todo lo que ha soñado?

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