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AMIGO DE PECADORES… Mt.11:19

 

 Este es uno de los pasajes que más me ha estremecido el corazón, y esa conclusión: “amigo de pecadores”. Ese Jesús al que se etiqueta así, es un Jesús incomprendido, alguien que no calzaba en las estructuras religiosas de ese tiempo, y quizás, no calzaría tampoco en las nuestras.  Imagino que si el Señor apareciera nuevamente entre nosotros, lo crucificaríamos de nuevo. ¡Qué tragedia!

Él tenía cercanía con aquellos a los que se desecha en las iglesias, personas de mala referencia, para no describir claramente. Decían que él se hacía acompañar de golosos, de personas tomadoras.  Y una vez, se le vio conversando con una samaritana, también una mujer de mala reputación le lavó los pies con sus lágrimas. Un religioso jamás haría lo que él hizo: tocó a un leproso, Marcos 1:41, y otro día entró en casa de un ladrón confeso llamado Zaqueo: “si he defraudado a alguien le devolveré cuatro veces más”.  Una persona solo devolvía cuatro veces más cuando debía devolver lo robado, según la ley de la restitución.

Él creció con gente común y corriente, jugó como niño con los vecinitos de su calle.  Cuando fue a la sinagoga se relacionó con otros de forma natural. Desarrolló la capacidad de ver el fondo de las personas, entendió perfectamente porque las personas se comportaban como lo hacía, y por eso un día dijo: “No digan que algo está mal sólo porque así les parece. Antes de afirmar algo, deben estar seguros de que así es.” Jn.7:24, TLA. 


Por lo contrario, en muchas iglesias se acostumbra a ver de reojo a las personas “que parecen diferentes”. Se descalifica a las personas porque no se ajustan a los esquemas religiosos de nuestras congregaciones. Y en vez de ayudarlas, se les disciplina o no se les toma en cuenta para nada. ¡Hipócritas! Acaso no se dan cuenta que en las congregaciones hay de todo tipo de personas, cada una con sus dificultades, con sus propios pecados. Incluso, los mismos que critican también pecan, tienen sus pecados, pecados no confesos, pero los tienen.

Dios no desecha a nadie, y basta con una referencia para comprobarlo: lea la genealogía de Jesús, Mateo 1:1-16. ¿Se ha dado cuenta la “gentecita” que aparece allí, como ascendientes del Señor Jesús? David, cometió adulterio y asesinato.  Abraham, mintió por cobardía, sometiendo a la propia esposa a una situación incómoda. Jacob, un engañador, Judá, convivió con su propia nuera porque él fue deshonesto, y ni se diga de sus hermanos, actuaron de lo más bajo con José, su propio hermano. Y en esa lista está Rahab, “la ramera”, dice la versión ReinaValera. ¿Y qué opina de Salomón, que para mostrar su poder económico tuvo mil mujeres? Estas cosas no las digo yo, las dice la Biblia de cada uno de estos personajes. Y si pudiéramos conocer las referencias de los otros que se nombran en esta genealogía, quién sabe con qué nos encontraríamos. Sin embargo, todos estos están allí, en la genealogía del ser más puro y maravilloso de todos los tiempos.

¡Ah! Pero en las iglesias nos damos el lujo de desechar, ignorar, no ayudar a las personas por los cuadros de vida que presentan. No, mis queridos hermanos.  La Iglesia debe ser también “amiga de pecadores”, donde recibimos a las personas, las ayudamos, les damos esa cercanía que les daría Jesús. Las tomamos de la mano para ayudarlas a caminar en su recuperación.  Recordemos que el “médico no vino a buscar a los sanos”. ¡Soltemos las piedras que tenemos en la mano, y ofrezcamos ayuda y no rechazo!

No se trata de dejar a las personas como están, sino de tomarlas desde el punto donde se encuentran y acompañarlas en el proceso de recuperación, entendiendo que no somos nosotros los que cambiamos a las personas, sino Dios. Tengamos cercanía con ellos, tal como Jesús estuvo cercano a las personas.  

Mire a esas personas que están allí, en la congregación. Aprenda a examinar más que sus pecados, aprenda a ver las razones de sus comportamientos, y dispóngase a sanar sus corazones, sus vidas. No seamos como esta sociedad mala que desecha, como las familias incomprensibles que desechan, como esas iglesias que desprecian, donde hacen lo contrario de lo que hizo Jesús, a quien dicen seguir. Acojamos, apoyemos, démonos, seamos partícipes de la gran historia que puede escribir aquel que busca ayuda entre nosotros, seamos “amigos de pecadores”.


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