ALGUNOS… Hebreos 10:25
Tengo 12,783 días desde mi bautismo y 1820 domingos menos
uno de congregarme, sin incluir que algunos domingos fueron dobles, más
reuniones en días de semana. Digo “menos uno” porque en 1987 dejé de asistir un
domingo por razones sociopolíticas, el gobierno comunista de mi país perseguía
a los jóvenes de mi edad para mandarlos a la guerra.
La persona que escribió Hebreos, exhortó: “no dejando de congregarnos, como “algunos”
tienen por costumbre…” He.10:25, RV60. Pues sí, ALGUNOS acostumbran no
congregarse. Por supuesto, estas persona “tiene sus razones” para no asistir a
las reuniones frecuentes de la iglesia, pero el Espíritu Santo acá dice que se
trata de “una costumbre”. Costumbre: “Manera habitual de obrar una persona, establecida por un largo uso o
adquirida por la repetición de actos de la misma especie”. Sí, la costumbre de no congregarse es un mal
hábito adquirido.
Costumbre se traduce de una palabra que indica
un hábito prescrito por la ley, como puede apreciarse en Hch.6:14; Hch.15:1; Hch.25:16. Y esa misma palabra se refiere a las
cosas que las personas suelen hacer como parte de una tradición social, como en
el caso de Jesús, cuando afirma el
evangelio: “Luego
Jesús salió y, según su “costumbre”, se fue al Monte de los Olivos;…” Lucas
22:39.
El enfoque que el escritor da a esta palabra, “Costumbre”,
es muy negativo, porque se trata de una práctica arraigada en el carácter de la
persona. Es como si el mal hábito de no congregarse fuera la persona, o como si
la persona fuera el mal hábito de no congregarse. ¡Realmente lamentable!
Lo peor es que un mal hábito así, habla del carácter de
la persona, porque verdaderamente uno es aquello que hace.
Bueno, retomando el asunto de mis inicios en el cristianismo,
hay una persona que jamás he podido olvidar: Toñita. Ella era una anciana de
cerca de 85 años o más, que llegaba de primero a la congregación. Tenía la costumbre de sentarse en la segunda
banca del frente. La vi llegar temprano por muchos años, y enseguida, saludaba
a todos los que iban apareciendo por la puerta del Templo. Esa era una anciana
pobre, algo enferma, sola, que vivía con su hermana, anciana también. Muchas veces
intercambié pláticas con ella, y siempre salían de su boca palabras de ánimo y
del evangelio.
Además de eso, siempre la miraba caminar lentamente, y
con mucho cuidado, a las nueve de la mañana todos los días. Pasaba frente a la
casa de mis padres, yo, que aún vivía con mis padres por soltero, admiraba
silenciosamente la dedicación de aquella anciana a la obra del Señor. Evangelizaba
y visitaba a la vez.
En todos los años que la vi, noté que ella era toda una
celebridad en la iglesia por su fidelidad y su buen hábito de estar allí, en el
templo, adorando al Señor. Cuando Toñita no se congregaba era todo un
acontecimiento, y por supuesto, era por enfermedad. La falta de ella estaba
seguida por un largo anuncio sobre su ausencia y por peticiones de oración a
favor de su salud. El domingo siguiente ya se la podía ver nuevamente en el
templo.
Un día la cosa fue más grave. Ya Toñita no podía
congregarse, su edad, su enfermedad la tenían postrada en cama, y en la
congregación, en vez de su presencia, quedó un anuncio permanente sobre su
estado de salud y las peticiones de orar por ella.
Como tiene que pasar, un día Toñita se fue a vivir con el
Señor. No volvió más al templo. Aunque sin
ninguna duda, nos quedó el recuerdo de una mujer que había desarrollado el buen
hábito de congregarse. Esa poderosa costumbre
de estar siempre presente, jamás la olvidé.
Ella hizo del Señor su máxima prioridad, y recuerdo que no
le faltó nada, ni en su lecho de enfermedad, porque los hermanos estuvimos
allí, presente, a su lado en los últimos momentos. Siempre puso al Señor de
primero, esa fue su costumbre.
Haga usted lo mismo, no adquiera la costumbre de no
congregarse. Sea fiel, dedíquese al Señor. No sea “ALGUNOS”, porque “ALGUNOS”
siempre perderán, debido a que para ellos Dios no es su prioridad. Recuerde que
Dios no puede darle prioridad a aquel que lo trata como “último”.
Hágase un favor: ponga a Dios en primer lugar, porque de
eso depende todo el bienestar que usted pueda disfrutar en su vida. NO SE
ACOSTUMBRE A SER “ALGUNOS”.
Con Afecto: Bruno Valle G.
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