TODA DEUDA SE PAGA: La ley de la restitución
Si te ha perjudicado o te debe algo, cárgalo a mi cuenta. Yo, Pablo, lo escribo de mi puño y letra: te lo pagaré; Vs.18,19
P
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or las palabras que aparecen en los
versículos 18,19, podemos llegar a la conclusión que Onésimo robó algo de su
amo y por eso huyó. Posiblemente el dinero lo utilizó para financiar su viaje a
Roma. Pablo prometió pagar a Filemón cualquier deuda que Onésimo tuviera con
él.
En el Antiguo Testamento había una ley
llamada “Ley de la restitución”, Nm.5:5-8. En este pasaje encontramos 6 cosas
importantes:
1. Que el daño que se causa a una persona es una
traición al Señor.
2. Que hay culpabilidad por el daño causado, la
responsabilidad es ineludible. Ni el tiempo ni el olvido del hombre, ofendido u
ofensor, pueden borrar la culpa hasta que no se haya restituido lo defraudado.
3. La confesión es necesaria.
4. Restituir por el daño es imprescindible. No
basta con el arrepentimiento y la confesión, es necesario devolver.
5. El bien defraudado ha de ser devuelto con un
interés del veinte por ciento. El defraudado recibiría multiplicados sus
bienes, pues dejó de aprovecharlos en tanto que otro los tenía.
6. En caso de no vivir la persona a la que se
defraudó, ni tener esta parientes a quienes entregar lo defraudado, ha de darse
al Señor, porque, como decimos en el punto uno, cualquier defraudación a una
persona, es una ofensa directa al Señor.
Dios quería hacer una nación que se
diferenciara de las demás por medio de una forma de vida superior. Otros
aspectos de la ley de la restitución los encontramos en Éx.22:1,2,7.
Esta ley nos enseña una gran lección: si
hemos causado un daño, es necesario repararlo, no importa cuánto tiempo haya
pasado, es necesario resarcir por el daño cometido. Onésimo había defraudado a
su amo, y Pablo se comprometió a pagar la deuda. Esa debe ser la actitud de
todo cristiano.
Pero puede darse el caso que no sea en
dinero o bienes materiales el daño que se causó, sino en emociones, en tiempo,
en palabras, etc. ¿Qué debemos hacer? Si seguimos la ley de la restitución,
estamos en la obligación de reparar el daño causado. Si hirió con palabras,
cure con palabras. Si ha robado el tiempo a su familia, hijos, esposa/o etc.,
esfuércese por pasar suficiente tiempo de calidad con ellos. Si usted es el
causante de una relación rota desde muchos años atrás, tome la iniciativa para
restaurar la relación.
En el cristianismo, la ley de la
restitución es superada: “No deban nada a nadie, solo el amarse los unos a los
otros.” Ro.13:8. Nuestra única deuda ha de ser el amor. Cualquier otra deuda
está en contra de la voluntad de Dios.
Incluso, somos mandados a devolver lo
que no hemos quitado: “Si alguien te pone pleito para
quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien
te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida,
dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.”
Mt.5:40-42, NVI. En estos versículos se nos habla de la ley de la
condescendencia, y esto nos enseña que el cristiano no solo ha de estar
dispuesto a dar lo que no le pertenece, sino también a ceder sus propios
derechos ante los demás. Esto nos enseña que el cristianismo es una forma de
vida superior a la que practican las personas que no conocen a Dios ni viven
según sus normas.
Ahora en Cristo somos llamados a
restituir, de no hacerlo, las consecuencias serán terribles. En mi opinión,
gran parte de la pobreza existente en este mundo se debe a las deudas no
canceladas, a la falta de restitución. Quiero decirle esto claramente: si usted
no paga lo que debe, la vida se encargará de cobrarle. Así como lo lee, porque
“toda deuda ha de pagarse”, y si usted no la paga, la vida la cobra de
diferentes maneras. Quiero darle algunos ejemplos.
He visto familias que viven en pobreza,
siempre en necesidades, llenas de deudas. Cuando he examinado sus casos, me doy
cuenta que han dejado deudas pendientes y se han olvidado de ellas.
Lamentablemente, como he dicho anteriormente, el olvido no es garantía que las
deudas quedan sanadas, y como consecuencia del no pago, las calamidades azotan
constantemente a las personas que han dejado en el pasado sus deudas.
Un hombre que conocí en la iglesia en mi
juventud, era muy hábil para adquirir deudas y prestarle a tanta gente como se
pueda usted imaginar. Dejó a su esposa e hijas e inició una nueva relación.
Salió del país buscando trabajo.
Cuando tuve la oportunidad de pasar por
aquel país, lo visité, y lo que observé fue lamentable, compartía su vivienda con otras familias, y
él con sus hijos y esposa, estaban durmiendo como en un sótano. Aunque ganaba
muy bien, su sueldo no parecía ser suficiente para darle una mejor vida a su
familia.
Al regresar a mi país, varias personas
me preguntaron por él: eran algunos de sus acreedores que fueron defraudados
por él.
Cuando recuerdo a este amigo, compruebo
una vez más que la ley de la restitución es infalible, y que queramos o no, la
vida nos cobra cuando nos negamos u olvidamos pagar.
En
pocas palabras
Posiblemente haya alguien que se siente
defraudado por usted, y usted lo sabe. Su deber es restaurar las relaciones,
resarcir por el daño que causó en otros. Pero en el caso que solo usted sepa
que hizo daño y la otra persona no se ha enterado, de todos modos, su deber es
resarcir.
Si es solo dinero lo que debe pagar,
organizándose bien y teniendo un presupuesto en el cual incluya el pago de sus
deudas, no será difícil restituir. Pero si son sentimientos, emociones,
palabras, es mejor iniciar a resarcir cuanto antes, porque los sentimientos
duran mucho tiempo en ser restaurados.
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