LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS, ¿CÓMO FUE?
La
mente occidental no puede captar con plenitud el significado de la crucifixión,
debido a que es un hecho muy distante en el pasado, y totalmente ajeno a
nuestra cultura. A nosotros hay que explicarnos la crucifixión, pero para los
orientales, el solo hecho de nombrarla significaba la más horrenda forma de
tortura y muerte. Ellos la entienden muy bien porque la vieron y practicaron
durante siglos.
LA ESCALADA AL CALVARIO
Cuando
un reo era ejecutado por crucifixión, primero sufría la insoportable etapa de
la tortura. Las flagelaciones romanas eran conocidas por ser terriblemente
brutales. Generalmente consistían de treinta y nueve latigazos. El soldado
usaba un látigo con tiras de cuero trenzado con bolas de metal entretejidas. Cuando el látigo golpeaba la carne, esas
bolas provocaban moretones o contusiones, las cuales se abrían con los demás
golpes. Y el látigo también tenía
pedazos de hueso afilados, los cuales cortaban la carne severamente.
La
víctima podía experimentar un dolor tan grande, que le llevase a una conmoción
hipovolémica, es decir, que la persona sufría efectos por la pérdida de una
gran cantidad de sangre.
Después
de azotarlo y haberse burlado de él, Jesús es obligado a cargar una pesada cruz
hasta las afueras de la ciudad.
LA ESPANTOSA CRUCIFIXIÓN
La muerte por cruz era lenta y muy dolorosa. El cuerpo del reo era
fijado en la cruz con cuerdas y clavos. Los clavos eran incrustados en las
muñecas, atravesando el nervio cúbito hasta dejar los brazos extendidos y sin
movimiento, fijos en el madero.
Las piernas eran retorcidas para que otro clavo las fijara en la cruz,
en el punto que llamamos “el ojo del pie”. Ambos pies eran enclavados por un
solo clavo afilado, cuyo espesor se iba abriendo paso por la carne y los
huesos, hasta que su diámetro de tres
octavos se convertía en una sola pieza con el cuerpo crucificado.
Para respirar, el reo tenía que impulsarse en las heridas de sus manos
y sus pies. No había otra forma de tomar
impulso para inhalar y exhalar. Esto hacía que la muerte en la cruz fuera más
pausada y dolorosa. El reo terminaba muriendo de asfixia, pues respirar era en
sí una tortura en estas condiciones. Realmente, no ha existido otra forma de
muerte más terrible que la crucifixión. En el caso del Señor, la Biblia nos
cuenta que con él los hombres se ensañaron.
EL SIGNIFICADO DE LA CRUCIFIXIÓN
¿Qué significado debe tener la muerte de Jesús para nosotros? ¿Cómo
podemos aprovechar el gran sacrificio del Señor?
Significado social de la
crucifixión
Para los personajes bíblicos, la crucifixión
tenía un sentido de vergüenza inmensa. Ser condenado a este tipo de muerte
equivalía a sufrir el trato público más humillante y doloroso de ese tiempo.
Morir en la silla eléctrica o por inyección letal, en comparación con la cruz,
es una muerte humana y noble
Las
personas entendían que quien era crucificado era un criminal consumado,
una escoria. Por lo tanto, una muerte tan violenta, vergonzosa y lenta, solo
las peores personas la merecían. Cuando los discípulos predicaban la salvación
por medio del Cristo crucificado, la gente no entendía ese mensaje, pues lo
primero que venía a sus mentes era “¿cómo puede un criminal que fue crucificado
proporcionar la salvación?”
Cicerón
decía que “la crucifixión era el castigo más cruel y repugnante”. Decía también
que no era sólo malo “el que uno lo aguante, sino hasta que uno esté sujeto a
ser penado con ella, la sola expectativa de ella, es más, la sola mención de
ella, es inadecuada para un ciudadano romano y un hombre libre”.
En la legislación judía, Dt.21:23,
encontramos la maldición que caía sobre las personas colgadas en madero: “…su
cuerpo no deberá dejarse allí toda la noche, sino que tendrá que ser enterrado
el mismo día, porque es maldito de Dios el que muere colgado de un árbol, y ustedes no deben convertir en impura la
tierra que el Señor su Dios les va a dar en propiedad”.
Haber dicho que derribaría el templo y lo
reconstruiría, y que Dios era su Padre, haciéndose así mismo Dios, Jn.5:18,
eran dos blasfemias que los judíos consideraban grandes y dignas de la peor
muerte, Mt.26:61-67; 27:40,42. Por eso, para los judíos, la causa de la muerte
del Señor era por blasfemia y como consecuencia la peor de las muertes:
crucifixión.
Entonces, ¿cómo era posible considerar que el
Mesías, tanto tiempo esperado, fuera el hombre crucificado en Jerusalén?
1Cor.1:23; Gál.3:13. Simplemente, era inaceptable dicho mensaje.
Sin embargo, Pablo se encarga de aclarar que
ese mensaje loco y tonto de un Mesías crucificado, 1Cor.1:18-23, fue la forma
escogida por Dios para salvar al mundo, destruyendo todos los cánones y
parámetros morales y religiosos de los hombres.
Además, si la crucifixión era para las peores personas, ¿acaso no cargó
Jesús en su cuerpo los pecados de toda la humanidad?: “Cristo mismo llevó
nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz…” 1P.2:24. Nuestros pecados
merecían el peor de los castigos, y Cristo sufrió voluntariamente ese castigo.
Significado teológico de la
crucifixión
Un sacrificio fue la opción que Dios dispuso
para los hombres con el fin de permitir que otro muriera en su lugar, y escapar
así de la muerte como castigo por sus pecados. En su misericordia, Dios
aceptaba la sangre y la vida del sustituto en lugar de la del culpable. Por
eso, el escritor de Hebreos escribió “no hay perdón de pecados si no hay
derramamiento de sangre”. He.9:22. A este acto le llamamos sustitución. Jesús es nuestro sustituto perfecto. Él tomó nuestro lugar de muerte.
¿Cómo se efectuaba la sustitución según el
orden levítico? Los oferentes debían poner las manos sobre el animal que sería
sacrificado, Lv.4:15; 8:14; y especialmente, Lv.16:20-22.
“Los
arreglos del sistema sacrificial del Antiguo Testamento incluían la necesidad
de que el ofrecedor impusiera sus manos sobre el animal que se sacrificaba.
Esto significaba transmisión y delegación, e implicaba representación; de modo
que realmente señalaba a la sustitución del ofrecedor por la víctima… Si el
sacrificio era traído por más de uno, cada uno tenía que imponerle las manos con toda la fuerza de uno’ —como si fuese,
poner todo el peso de uno sobre el sustituto”.
La
obra de Jesús como nuestro sustituto es seguida de la expiación, que en
esencia significa cubrir el pecado por medio de un sustituto. Es decir, la
sangre derramada del Cordero de Dios es la que cubre y borra nuestros pecados
ante Dios. De esta forma, estamos protegidos por su sangre, estamos ocultos de
la ira y la muerte por el pecado.
Tras el derramamiento de sangre, se produce
la reconciliación, es decir, el paso de la enemistad al favor de Dios, y el
rescate, lo que implica que el precio ha sido pagado. Una vez que se ha
derramado la sangre, símbolo del precio por el pecado, se efectúa de inmediato
la reconciliación con Dios, puesto que lo que separaba al hombre de él, el
pecado, ha desaparecido por obra de la sangre.
Amigo, ¿entiende ahora el sentido de lo que
pasó hace miles de años allá en el Monte Calvario? Si logra captar la esencia
del sacrificio, eleve sus ojos al cielo, y abra su boca en alabanza y gratitud
al que lo salvó por medio de su muerte dolorosa en la cruz.
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