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ADORAR TAMBIÉN ES ORAR

La oración también tiene un perfil distinto al que pensamos generalmente. No solo es pedir, pedir y pedir. No solo es hablar y hablar. La oración también debe contener CONTEMPLACIÓN. La contemplación es admiración, recogimiento, es una mirada para disfrutar la gloria de Dios. En otras palabras, cuando oramos, también debemos callar para contemplar, admirar, sobrecogernos con la presencia de Dios.
La Biblia dice que en el tiempo que Josafat era rey sobre Israel, se enfrentó a un gran peligro de invasión proveniente de los moabitas, amonitas y los meunitas, 2Cro.20:1,2. Las Escrituras no esconden el sentir del monarca: “Josafat sintió miedo y decidió acudir al Señor”. V.3. Para que alguien como Josafat sintiera temor, el peligro debió ser inmenso (vea el versículo 12). Sin embargo, hizo cuatro cosas importantes:
  1. Buscó en oración al todopoderoso Dios de los cielos. V.3.
  2. Convocó para un ayuno masivo a todo el pueblo, V.3.
  3. Puso los ojos en Dios, entendió que por sus propios medios él no era capaza de nada, V.12.
  4. SE POSTRÓ PARA ADORAR AL SEÑOR, JUNTO CON EL PUEBLO, V.18.
El relato que estamos mencionando es sorprendente. Inmediatamente de la adoración, se elevaron las voces para aclamar la grandeza de Dios, los que comenzaron a cantar eran los músicos profesionales, levitas especializados en el canto, eran los hijos de Quehat y los de Coré. Cantaron lo más fuerte que pudieron, (a voz en cuello, dice la NVI). Al día siguiente, mientras iban a la guerra, continuaban cantando al único que merece la alabanza, y la letra de la canción que entonaban era “Den gracias al Señor, porque su amor es eterno.” V.21.
La oración de Josafat se tornó en adoración y esta en poderosa alabanza. Esto dio como resultado la impactante respuesta de Dios: “Luego, en el momento en que empezaron a cantar con alegría himnos de alabanza, el Señor creó confusión  entre los amonitas, los moabitas y los de la montaña de Seír, que venían a atacar a Judá, y fueron derrotados. Pues los amonitas y los moabitas atacaron a los de la montaña de Seír y los destruyeron por completo, y después de acabar con ellos, se destruyeron unos a otros. Cuando los hombres de Judá llegaron al sitio desde donde se ve el desierto, y miraron hacia el ejército enemigo, solo vieron cadáveres tendidos en el suelo. ¡Nadie había logrado escapar! Entonces acudieron Josafat y su gente a recoger lo que habían dejado los enemigos, y encontraron gran cantidad de ganado, armas, vestidos  y objetos valiosos, y se apoderaron de todo. Había tantas cosas, que no podían llevárselas. Era tal la cantidad, que estuvieron tres días recogiendo cosas”. 2Cro.20:22-25.
En el momento de orar, también es importante callar, para ver, contemplar, admirar, adorar la gloria de Dios. Según el relato que mencionamos en 2Cro.20, la actitud del rey y del pueblo, dio como resultado una sorprendente respuesta de Dios, un milagro abrumador ejecutado sobre los enemigos del pueblo del Señor.
Es cierto, podemos estar abatidos por una enfermedad, la escasez, o diferente tipo de necesidades que a nuestros ojos parecen grandes ejércitos que avanzan en nuestra contra. Pero esos son los momentos de poner nuestros ojos en la grandeza, en la gloria de Dios, v.12. Nada puede causar mayor satisfacción en Dios, que la admiración de sus hijos por él. A eso vamos a la eternidad, a admirarlo, a contemplarlo, a estar llenos de él. ¿No es eso la salvación? El día de la eternidad Dios compartirá su presencia con nosotros, nos dará su vida, y nosotros sentiremos la satisfacción más plena que jamás hayamos sentido. Pablo lo dice de esta forma: “Él será el todo en todos”, 1Cor.15:28.
Los problemas también se resuelven con adoración. Por eso, ahora que vayamos ante el Padre celestial, callemos por un momento, adorémoslo, alabémoslo, y sigamos en silencio esperando su respuesta.

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