¿CÓMO VIVIR SEGUROS EN UN MUNDO DE PELIGROS?
Todo
el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, como la persona que construye
su casa sobre una roca sólida. Aunque llueva a cántaros
y suban las aguas de la inundación y los vientos golpeen contra esa casa, no se
vendrá abajo porque está construida sobre un lecho de roca. Sin
embargo, el que oye mi enseñanza y no la obedece es un necio, como la persona
que construye su casa sobre la arena. Cuando
vengan las lluvias y lleguen las inundaciones y los vientos golpeen contra esa
casa, se derrumbará con un gran estruendo». Mt.7:24-27, NTV.
Lic. Bruno Valle G.
En toda la literatura universal
no podemos encontrar palabras como las mencionadas por Jesús al final de su
discurso del Sermón del Monte. Jamás nadie escribió: “Hagan lo que digo para
que su vida tenga solidez y éxito, en mis palabras está la solución de todos
sus problemas”.
El Señor era el Rey de las
ilustraciones, y hace una ejemplificación sobre la obediencia a sus enseñanzas:
la construcción de una casa. En esta lectura, la casa es un símbolo de la vida
personal. Esta puede estar fundamentada sobre preceptos divinos, los que él
enseñó, o puede basarse sobre ideas y criterios humanos. Esta decisión es lo
que determinará la duración de esta construcción.
Amigo, ¿se ha puesto a pensar
cuáles son las directrices sobre las cuales usted vive? ¿Considera que la
dirección de su vida y sus decisiones obedecen a criterios elevados, o
simplemente vive al alzar, a como le salgan las cosas? El Sermón del Monte es
el discurso en el cual el Maestro de maestros establece las características del
carácter de los hijos de Dios. Él quiere, por medio de esta enseñanza,
formarnos a su propia imagen.
Indudablemente, vendrán sobre
nuestra vida problemas que pueden conmovernos, sin embargo, si nuestro
carácter, pensamiento están impregnados de las verdades que Jesús enseñó,
tendremos fuerzas para atravesar la tormenta, fortalecidos, sabiendo que
nuestra obediencia a las enseñanzas de Cristo nos convirtió en personas
extraordinarias, pues solo quien tiene bases sólidas de vida, puede resistir
con valentía los embates de este mundo.
Pero también podemos estar
viviendo sobre la base de lo que nosotros pensamos, del “así me enseñaron en mi
casa”, o recibiendo las estructuras morales de este mundo, el cual cada día es
más permisivo a los anti valores. Nuestra sociedad cada vez es más consentidora,
y daña la integridad humana, aceptando y promoviendo conductas que van contra
los preceptos divinos enseñados por el Maestro de Galilea. Las enseñanzas de
nuestro mundo son un inmenso campo de arena junto al río, las cuales tarde o
temprano harán colapsar a la humanidad.
Una razón para creer en esta
enseñanza
¿Por qué Jesús habló con tanta
autoridad en este mensaje? ¿De dónde provenía su seguridad? La gente estuvo muy
impresionada de su mensaje en este Sermón: “y cuando terminó Jesús estas
palabras, la gente se admiraba de su doctrina, porque las enseñaba como quien
tiene autoridad, y no como los escribas.” Lo que impresionó a los
primeros oyentes del Sermón (la gente tanto como sus discípulos, 5.1) fue la
autoridad extraordinaria del predicador. No tartamudeo, no vaciló ni titubeó.
No se mostró inseguro ni apologético. Ni tampoco, por otro lado, fue ampuloso o
rimbombante. En su lugar, con callada y modesta confianza declaró la ley
vigente para los ciudadanos del reino de Dios. Y la gente se admiraba, el verbo
de donde se traduce esta expresión “se admiraba” es muy fuerte, quiere decir
literalmente “se quedaba "estupefacta". La fuerza de sus palabras provenida
de su vida misma. Él no necesitaba apoyarse en nadie para afirmar algo, porque
todo lo que él enseñaba primero lo era, primero lo vivía. Allí radicaba el
poder de sus enseñanzas.
Así que el Señor estaba claro de
lo que decía cuando pedía a las personas
vivir según sus enseñanzas, puesto que sabía que estas eran la base
sólida de una vida de éxito y firme. Cada día de su vida, nuestro Salvador
vivió según las cosas que enseñó, no necesitaba basarse en el ejemplo de nadie
más, le basta su vida de obediencia, la cual jamás se vio debilitada o abatida
por nada. Jesús conocía la dirección correcta, y en el Sermón del Monte la
estaba señalando. En sus palabras de conclusión de su primer discurso, Jesús
invocó lo que la misma Escritura enseña en Proverbios 1.33,"El que me
oyere, habitará confiadamente".
No es suficiente escuchar, o
conocer estas enseñanzas de Jesús, hay que dar pasos concretos para el cambio.
La incorporación de estos principios a nuestra vida se puede lograr por la
repetición constante y el uso diario de los mismos. Deje la forma de vida que
lleva, desmonte sus criterios personales y sus percepciones equivocadas,
permita que Jesús sea el Señor de su vida, y haga de sus palabras, los pasos
que marcan la dirección de su vida.
Al terminar la lectura del Sermón
del Monte, surge una pregunta inevitable: ¿qué hará con la enseñanza de Jesús?
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