DIOS NO QUIERE A LOS SURFISTAS
Sí,
Dios no quiere a los surfistas, espiritualmente hablando, ya que son personas
ambivalentes, inseguras e inconstantes.
¿Quiénes son estos surfistas? Veamos la respuesta de Santiago:
“Pero tiene que pedir con fe, sin
dudar nada; porque el que duda es como una ola del mar, que el
viento lleva de un lado a otro. Quien es así, no crea que va a recibir nada
del Señor, porque hoy piensa una cosa y mañana otra, y no es constante
en su conducta.” Stg.1:6-8, DHH.
Según
este pasaje, el surfista es todo aquel que es inconstante en sus peticiones, es
como la ola del mar, movida por los vientos, incapaz de mantenerse firme. El
Señor no quiere personas así orando. Dios declara que no responderá sus oraciones.
Este
texto nos muestra una exhortación del Señor: él quiere que persistamos en las
peticiones que hacemos hasta obtenerlas. ¿Por qué? Porque así mostramos dos
cosas esenciales, y hasta una tercera:
- Al perseverar pidiendo algo, mostramos que realmente queremos lo que pedimos. Solo la fuerza del deseo puede producir en nosotros perseverancia en la oración.
- Al insistir en una petición, nuestro Dios ve nuestra confianza en él. El Señor se complace en las personas que confían en él.
- Como resultado, este ejercicio de petición perseverante produce en el orante un sentimiento de fe más profundo. Cada vez que el perseverante hace su petición, un sentimiento de seguridad en la respuesta invade su corazón. Su fe crece, no importa el tiempo que pase pidiendo lo que quiere.
¿Qué es perseverancia?
Efesios 6:18
es el único sitio en la Biblia donde aparece la palabra proskarterēsis, que se traduce “perseverancia”. Con esta palabra
los antiguos entendían la actitud de atender
constantemente a algo, continuar sin desvíos en la misma dirección, adherirse
firmemente, agarrarse bien de algo.[1] Quiere decir, entonces, que la actitud más
apropiada en la oración, cuando queremos algo del Señor, es adherirse
fuertemente al cielo, en súplica, sin perder de vista el objetivo de nuestra
oración o petición.
Ocurre que cuando oramos sin que la respuesta aparezca de
inmediato, el desánimo invade la mente y eso desvía las fuerzas de nuestras
oraciones. Sin embargo, somos llamados a mantenernos orando por lo que
queremos, sin desanimarnos, sin desviarnos, agarrándonos del cielo, adhiriéndonos
a él como el niño a su madre. La parábola del Señor sobre la viuda insistente
ante el juez malvado, es el comentario más claro sobre el término
perseverancia, Lc.18:1-8.
La perseverancia mueve el cielo
La oración perseverante y llena de paciencia mueve el
cielo. Cuando era joven, conocí a una anciana en nuestra congregación, llena de
paciencia y perseverante en la
oración. Cada vez que nos reuníamos para orar, ella hacía la siguiente
solicitud: “pido a Dios por mi hija, tengo muchos años de no saber nada de
ella”. Lo que pasó fue que la hija de esta anciana había abandonado el hogar
rumbo a un país extranjero, y en su viaje se olvidó de comunicarse con su
anciana madre.
Cada lunes de oración la mujer pasaba esa misma petición,
con perseverancia, siempre constante. Pasaron varios años con la misma
solicitud: “pido a Dios por mi hija, tengo muchos años de no saber nada de
ella”. Creo que esa mujer hizo esa petición durante unos cinco años en la
congregación cada lunes, y seguramente todos los días en sus oraciones
personales.
Cuando yo oía la tal petición, para mis adentros decía:
esta señora no se cansa, pero nosotros sí de estar escuchando cada lunes lo
mismo, ¡Qué barbaridad! El pensamiento de todo un adolescente ignorante de la
palabra de Dios.
Hasta que un lunes, después de casi cinco años de pedir a
Dios lo mismo, con perseverancia, paciencia, constancia, la mujer pasó una nota
donde decía: “quiero darle gracias a Dios, porque ya tengo noticias de mi
hija”. Para todos nosotros fue maravilloso el que por fin la oración de aquella madre fuera
contestada.
Algunos meses después, otra nota de la anciana que decía:
pido sus oraciones, porque voy a viajar a Estados Unidos para reunirme con mi
hija”. La anciana madre no solo recibió las noticias que tanto había esperado
sobre su hija, sino que también Dios le dio algo que ella no estaba pidiendo:
viajar al lado de la joven para pasar tiempo con ella.
Cuando
llegué a la casa de esa hermana, me contó con toda emoción la experiencia del
viaje, las condiciones de su hija y la familia que la joven tenía ahora.
Conoció nietos que no esperaba encontrar, y la experiencia de viajar a un país extraordinario.
Esta
historia posiblemente no tenga nada de extraordinaria, pues seguramente estas
cosas pasan a diario alrededor del mundo, pero la lección es realmente
impresionante: Dios nos ha mandado a orar con paciencia y perseverancia, a
agarrarnos fuertemente del cielo, hasta que el trono de Dios nos entregue las
bendiciones que estemos pidiendo.
¡Bájese de las olas!
Jacob inmortalizó una frase muy impactante: “Si no me
bendices, no te soltaré…” Gn.32:26, DHH. Él luchó con un ángel en Peniel, y
porque mantuvo una fuerte resistencia, pidió al ángel que lo honrara con una
bendición. El ángel le dijo: “Ya no te llamarás Jacob. Tu nombre será Israel,
porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” V.28. La
bendición fue un cambio de nombre, lo cual significaba un cambio de vida, una
actitud de vencedor. Jacob perseveró y alcanzó lo que quería.
Al Señor le molesta el inconstante, él quiere gente que
persevere en sus peticiones. La Biblia nos enseña que la paciencia y la
perseverancia van juntas, y son necesarias para lograr todo lo bueno que pedimos
en oración. No se canse, luche en oración hasta que Dios lo bendiga con sus
peticiones.
[1]Douglas, J. 2000.
Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion (electronic ed.). Sociedades
Biblicas Unidas: Miami
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