BASTA CON QUE EL DISCÍPULO SEA COMO SU MAESTRO
Supe que era él con tan solo verlo. Su forma de caminar era inconfundible. Su mirada era estable y profunda, y su personalidad transmitía seguridad y elegancia: el doctor Roberto Aguilar Leal, mi estimado profesor de literatura contemporánea y moderna. Con él aprendí grandes lecciones. Tenía un carisma para enseñar muy difícil de encontrar.
Todavía recuerdo el
tono de su voz en cada clase, una voz grave, de una profundidad limpia y respetable.
Enseñaba mientras oscilaba de izquierda a derecha a lo ancho del aula, junto a
la pizarra pálida, y al mismo tiempo sucia de tantas ideas escritas en ella.
Jamás olvidaré la
lección que nos dio sobre “La Metamorfosis”, de Frank Kafka, libro que he leído
unas mil veces después de las explicaciones del profesor Leal. Sus clases eran
impresionantes, y recuerdo que siempre procuró transmitir algún valor
importante en cada sesión. Eso hizo de sus enseñanzas algo permanente en mi
conciencia.
Él me enseñó a amar
la literatura con pasión, y a encontrar en cada obra leída, la enseñanza de
fondo y la aplicación que cada obra contenía para mi vida.
Nomás lo vi, lo saludé
con voz fuerte, para que él entendiera que lo saludaba: “El profesor Roberto Leal”
– esbocé con fuerza. Él se sorprendió, buscando mi voz, y al verme,
sonrió. Se acercó de forma inmediata, y
se lo presenté al amigo con el que compartía un café: mi profesor de literatura
contemporánea – le dije, mientras Leal sonreía devolviéndome gratamente el
saludo.
Aproveché para
agradecerle sus enseñanzas y para mostrarle mi admiración. Le dije que me
alegraba verlo de nuevo, y creo que me recordó también. Después de todo, ha tenido miles de alumnos.
Pero me preguntó algo sobre mi trabajo, y me hizo notar con su pregunta que más
o menos recordaba quién era yo.
Un día Jesús dijo: “El
discípulo no es superior a su maestro, ni el siervo superior a su amo. Basta
con que el discípulo sea como su maestro, y el siervo como su amo.” Mateo
10:24,25. En mi opinión, un estudiante o discípulo podría llegar a saber mucho
más que su maestro, pero eso no le hará superarlo, por una razón muy simple: el
maestro le ha dado al alumno la base sobre la cual ha construido su
conocimiento, por lo tanto, esto hace que el maestro siempre esté sobre el
alumno, y por lo menos, al alumno le permite estar a la par de su maestro en
importancia. Si alguien ha sembrado las semillas del saber en tu vida, esa
persona se ha vuelto superior a ti, porque te ha dado los fundamentos de la
vida.
Por supuesto, yo jamás
podré, ni siquiera, igualar a mi estimado profesor Leal, todo lo contrario, reconozco
su superioridad sobre mí por haberme ayudado a encontrar los fundamentos de una
vida excelente en los caminos de la literatura.
Cada maestro que he
tenido en mi vida, ha venido a formar parte de ella, en forma de sustratos que
ahora están en mi personalidad.
El profesor Leal me
saludó también con mucho afecto, demostrando, que aunque superior, no había
sido consumido por ese complejo de superioridad que devora a muchos que se
creen mejores que todos. Al finalizar,
lo vi retirarse con ese su caminar inconfundible. Yo me sentí dichoso de volver
a ver a aquel profesor que marcó mi conciencia con sus enseñanzas y sabiduría, y
agradecí a Dios por darme la virtud de saber agradecer a las personas cuando
han aportado valores a mi vida. ¡Ojalá, al menos, yo llegara a ser como el
profesor Leal!
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