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MI AMIGO EL ESCRITOR: Efraín Valverde A.

Lo conocí en 1995, un año antes de volver a mi país. Llegaría a nuestra congregación a impartir unas charlas sobre su último y más importante libro: Apocalipsis, la ruta del fin. Yo estaba especialmente emocionado con aquella actividad, un libro, un escritor, un tema fascinante.  ¡Wow! Los otros ministros me pidieron que me hiciera cargo de organizar el evento, así que me puse en contacto con Efraín casi de inmediato. Con él cuadramos el horario y algunos detalles.

La noche en que finalizó todo, me acerqué tímidamente a él, y le pregunté si podía contestarme algunas preguntas. Yo estaba interesado en su opinión sobre algunas ideas de cómo iniciar mi carrera como escritor también.  Solo le pedí unas respuestas y él me ofreció una invitación: – Hermano, lo invito a cenar – me dijo de manera directa – mañana lo espero a las siete en tal lugar ­– Gracias, pero estoy con mi esposa y mis dos hijos – Tráigalos también, claro que sí – extendió la invitación.

Para ese tiempo, mi esposa y yo pasábamos muchos apuros económicos. La verdad es que esa invitación era una oportunidad para salir y recrearnos un poco, algo que no solíamos hacer casi nunca. Llegamos al lugar, pero nos quedamos del otro lado de la calle.  No queríamos estar en el restaurante antes que nuestro anfitrión.  Cuando lo vimos entrar, esperamos unos cinco minutos, y también entramos.  Efraín era todo un caballero, nos recibió con amabilidad, nos brindó asiento, y pidió enseguida la cena.  Quiso hacernos sentir bien. 

En esa cena nos pusimos de acuerdo para trabajar juntos en los proyectos que él tenía para Costa Rica. Yo sería su contacto en aquel país. También respondió varias de mis preguntas de cómo iniciarme como escritor. Por lo menos para ese tiempo, yo había escrito algunos artículos que fueron publicados en una revista cristiana.

Cuando regresé a mi país, lo llamé, poniéndome a la orden para hacer lo mismo que habíamos hecho en Costa Rica.  Me respondió con entusiasmo y puso a disposición mía todos los materiales de “Con la Biblia Abierta”. También organicé una campaña evangelística, en la que Valverde sería el orador cada noche de conferencia. Él fue un orador entusiasta, que tenía dominio escénico. Recuerdo que cuando yo me acercaba con una cámara, él hacía un gesto para salir bien en la fotografía. Tengo excelentes tomas de cuando predicó en esa ocasión.  Allí aprendí que no debía ser enemigo de las cámaras, sino, todo lo contrario, que cada cámara tuviera mi mejor perfil.

Él me mandó a Cuba por unos días a establecer contactos con algunos hermanos para enviar a la isla los videos y estudios de “Con la Biblia Abierta”, y la noche que finalizó la campaña evangelística, que por cierto, fue la campaña en la que se bautizó mi padre, Efraín me dijo: “Hermano, lo felicito por su viaje y reporte sobre lo de Cuaba, quiero que vaya a Miami a presentar este reporte, nosotros nos encargaremos de todo”. Yo no podía creerlo, tendría la oportunidad de viajar a Estados Unidos y ampliar mi círculo de trabajo. A la postre yo tenía veintinueve años nada más.

Con la solicitud de “Con la Biblia Abierta” a cargo de Efraín y Rex Morgan, no fue difícil conseguir una visa, así que ese mismo año, volé a Miami a pasar unos días con el escritor Efraín Valverde. Entregué mi reporte, conocí personas, y participé en varios programas grabados de “Con la Biblia Abierta”.  Esos programas eran transmitidos a nivel de América Latina, mediante la cadena “ENLACE”, la equivalente de “CBN” de Estados Unidos.

Efraín hizo todo lo que pudo por mí.  Quería apoyar al joven escritor que se había acercado a él. Recuerdo dos consejos, de los muchos que me ofreció: el primero en aquella primera cena del restaurante de San José, Costa Rica, “sea estable en una congregación”. Y seguí al pie de la letra ese consejo, porque he estado solo en tres congregaciones, la iglesia donde nací al cristianismo, fueron quince años en ella, la iglesias de Hatillo Centro, en la cual me formé como ministro y pasé cuatro lindos años, y la iglesia que inicié en 2004, la cual dirigí por diecisiete años.

El lunes, después de mi predicación en la congregación de Efraín Valverde, él pasó por mí para ir a almorzar, y mientras íbamos, me felicitó por mi mensaje, y en un momento clave, me dijo: manejas muy bien el español, con excepción de un verbo que usaste – me dijo – yo me quedé pálido de curiosidad. – Dijiste “habrán en este lugar personas que quieran entregarse a Jesús” – un verbo mal usado, y enseguida me explicó – El verbo “haber” es impersonal, y en ese caso no se usa en plural.  Debiste decir “habrá en este lugar personas que quieran entregarse a Jesús” – pero no te preocupes – quiso acomodar – todos lo hacen, hasta los presentadores de televisión.  Por lo demás, todo estuvo bien – . Él era filólogo y especialista en literatura hispanoamericana, así que aquel consejo se convirtió en algo bíblico para mí.

Han pasado los años, y ahora me veo haciendo lo mismo que él hacía: escribiendo libros, haciendo audios, grabando videos. Con la diferencia que ahora es más sencillo publicar, por supuesto, por el alcance de internet.

El año 2006 volví a ver a Valverde en su Costa Rica natal. Me invitó a su casa, en una linda montañita en el pueblo llamado Coronado. Por la noche, me pareció impresionante el lugar, pero a la mañana siguiente, a plena luz del sol, con una casa que tenía un ventanal en toda la sala, pude apreciar un verdadero paraíso. Las montañas cercanas, el ganado pastando en una colina, el pasto verde y húmedo por el rocío, y aquella casa artesonada con lindos motivos costarricenses, todo era perfecto. Era la casa de uno de mis escritores favoritos, con las atenciones de Enid su esposa, una dama que llenaba de atenciones a sus huéspedes. Sencillamente, se abría a la amistad, y permitía que sus amigos llegaran a su espacio, la intimidad de un hogar lleno de paz y vida espiritual.

Aunque él era un hombre con una elevada educación, jamás fue antipático, sino todo lo contrario, fue fraternal, le gustaba rosarse con las personas y darles su amistad. No era un hombre envanecido. Supo ser un amigo oportuno. Los que trabajaron con él podrán confirmar mis palabras.  

La última vez que le vi, 2008, lo noté lleno de optimismo, a pesar que ya cargaba en sí el germen de la enfermedad que le quitaría la vida para septiembre de 2011. El ejemplo de una vida cristiana profunda y ejemplar, estuvo con él hasta los últimos días de su peregrinar. Pocos son los hombres como Efraín Valverde, un verdadero conocedor de las Escrituras, sin embargo, un hombre sencillo, amable y un estupendo amigo. En nombre de esa amista, le dediqué mi libro “Palabra Viva”:

Dedicado a:

Efraín Valverde A.

Un verdadero cristiano, caballero y amigo. 

 


Él se ha ido, pero su obra continúa impactando miles de vidas por toda latino América.  Ya no está con nosotros, pero su amistad perdurará en nuestra mente como la llama de una vela que ilumina y llena de alegría las sombras de una habitación.

 

 

 

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